viernes, 2 de diciembre de 2016

SOÑADORES

DOS SOÑADORES (de "El libro de los errores" de Gianni Rodari)






Había una vez un hombre que tenía hermosos sueños todas las noches. Luego se levantaba y...
Pero demos un ejemplo.


Una mañana, el señor Proyectos se despertó y llamó a su mujer:

-Rápido, vístete, nos vamos al campo.
-Pero ¿adónde?
-Caramba, junto al lago Mayor, donde está nuestro chalecito.
-¿Chalecito?
-Eres despistada, no cabe duda:el chalecito que tiene una preciosa galería delante y un parral en el jardín.
-¿Lo has soñado, por casualidad?
-Pues sí, lo he soñado. Y ahora quiero ir a pasar allí un par de semanas.

La señora Proyectos esbozó una tímida protesta y tuvo que resignarse a hacer las maletas para ir al campo.

Antes de anochecer habían hecho el recorrido de todo el lago Mayor, incluida la margen suiza, pero del chalecito soñado no había ni rastros.
-Lo ves -dijo la señora Proyectos-, era sólo un sueño.
-No comprendo -farfulló el señor Proyectos-. ¿Es posible que hayan robado un chalé entero, incluida la galería y el parral?


   En otra ocasión, el señor Proyectos soñó que hablaba fluidamente en búlgaro. Fue a la librería, compró dos paquetes de libros escritos en búlgaro y, una vez en casa, comenzó a hojearlos ansiosamente.


-Qué extraño -tuvo que admitir poco después-, no comprendo ya ni una palabra. Desde que me desperté, pasaron solamente dos horas. ¿Es posible que en dos horas se pueda olvidar por completo una lengua extranjera?


El señor Proyectos continuó durante años confundiendo sus sueños con la realidad, hasta que una mañana -después de haber soñado que volaba con la sombrilla- se tiró desde una ventana del primer piso, sujeto al paraguas de su mujer y se rompió una pierna.

Se curó en pocas semanas. Se curó de la fractura de la pierna y de su fe en los sueños, ambas cosas al mismo tiempo. Todavía soñaba pero, una vez despierto, intentaba olvidar todo aquello que había soñado. Soñaba también con los ojos abiertos, pero en cuanto volvía en sí se sacudía todo, como hacen los perros cuando salen del agua y quieren secarse el pelo.


Adelgazaba, se ponía triste, no hablaba ya con nadie. Su hijo, que al principio de la historia era un niño, y del que no habíamos siquiera hablado para no complicar inútilmente las cosas, creció, se hizo un mocetón guapo, alegre, estudioso, deportivo, una joya de muchacho. Pero, según el padre, era demasiado soñador.


-¡Ah!-decía el muchacho-. Sueño con hacer un buen viaje. Me gustaría recorrer toda Europa, desde Portugal hasta los Urales.
-Despiértate -le aconsejaba el padre-. No hagas como yo.
El mozo, en lugar de despertarse, hizo la maleta, viajó haciendo auto-stop y, al volver, había recorrido de verdad toda Europa.
-Ah -dijo después-, ¡sueño con ir a la luna!
-Despiértate -le decía el padre-. No confundas tus sueños con la realidad. Ciertas confusiones son peligrosas.
El mozo, en lugar de despertarse, siguió haciendo confusiones e hizo tantas que al fin se convirtió en astronauta, fue a la luna y aún más lejos.
Pero el señor Proyectos, hablando de él, siempre decía:
-Es muy bueno este hijo mío, pero demasiado soñador. Algún día comprenderá, algún día me dará la razón.
   

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